Una laguna de aves—Niños emprendedores—Una oportunidad para re-fotografiar—Trabajando más duro no más inteligente—Algunas reflexiones sobre el re-fotografiado—Una primer re-fotografía—El Cuitlacoche Bajacaliforniano—Donde desarrollo afecto por los cactus—Rancho Meling—Pagado con lagartijas—Una segunda re-fotografía—El regalo de Christian
Junio 1, 2017, 9 am, Ensenada
Salimos de la Casa Naranja después de comer tocino, huevos, aguacate y café, preparados por James y Whitney. Nos detenemos a pajarear en Lagunitas el Ciprés, una laguna rodeada por grandes dunas al oeste y rodeada por el desarrollo urbano. Al norte de la laguna se encuentra un casino. Al oeste, pasando las dunas, se encuentra el Océano Pacífico después de una densa bruma matutina. Los Rayadores Americanos, aves parecidas a gaviotas con alas negras, son nuevos para mí: se distinguen por un pico largo y afilado con una mandíbula inferior pronunciada, como una espiga de color rojo-anaranjado. A estas aves no les parece importar la compañía de otras aves acuáticas. De hecho, la laguna es un lugar de reunión de aves acuáticas: abarrotada de Gaviotas Occidentales, Cerceta Canela, Garza Nocturna Corona-Negra, Gallaretas Americanas, Patos Tepalcates y Playeros Pihuiuí. Todos notamos que hay un Halcón Peregrino escaneando el pantano desde arriba de un edificio de apartamentos a la orilla del mar.
También observamos una especie de mariposa alas de gasa azul (que después confirmamos era una mariposa alas de gasa gris) y una mariposa hespérida entre arbustos densos y altos de flores de muertos blancas y amarillas. Los insectos y otros animales son “capturados” (fotografiados) para posteriormente subirlos a iNaturalist, la plataforma de ciencia ciudadana que será de facto nuestro registro digital del viaje. Muchas de nuestras observaciones en este viaje serán de los “primeros” en iNaturalist
Junio 1, 1 pm, Colonet
Tomamos el almuerzo en el pequeño restaurante familiar Raíz de México, donde nuestra comida se prepara tal como lo pedimos. Paramos en Pemex para revisar la presión de nuestras llantas, en donde 2 niños “nos ayudan” a tomar las lecturas de la presión a cambio de que les compremos unas pulseras tejidas por $.50, o alrededor de 8 o 9 pesos. Los chicos están complacidos con su botín.
Junio 1, 2 pm, Valle de San Telmo
La vuelta para el camino del Observatorio no está lejos de Punta Colonet. Una vez que salimos de la carretera, nos ponemos a trabajar en las fotografías históricas de la expedición con la esperanza de encontrarnos con una oportunidad de volver a fotografiar a lo largo del camino que recorre el valle. Algunas fotografías sólo están etiquetadas como “Valle de San Telmo”, lo que hace que la perspectiva de encontrar las oportunidades específicas a lo largo de un tramo de carretera de 50 km sea un poco desalentadora: todo lo que tenemos que seguir son las líneas en el horizonte de las colinas y montañas circundantes, que en su mayoría no son muy distintivas.
Primero nos detenemos para pajarear brevemente en un arroyo apestoso, ahí también observamos algunos invertebrados interesantes: un bicho con forma de avispa que se movía alrededor de un canto rodado pequeño que servía como puerta a su guarida; este animal se detiene periódicamente para perseguir algunas hormigas que merodean muy cerca. Un insecto blanco algodonoso, una hormiga de tercipelo, que se distingue por moverse por el suelo rápido y erráticamente, exactamente parecida a una pieza de algodón soplada por el viento.
De vuelta en las camionetas, James de pronto piensa que ha encontrado la línea de horizonte de #4803 al norte. La línea del horizonte se parece pero no es exactamente igual. Nos preguntamos en qué parte del valle deberíamos de estar para que eso ocurra. El único texto en la fotografía dice, “Viendo a través del Valle de San Telmo”, nos lleva a pensar qué significa realmente “a través”: ¿todo el camino a través? El camino que transitamos atraviesa directamente la mitad del valle, así que hipotetizamos que el ángulo correcto puede ser ver “a través” del fondo del valle desde arriba de la ladera en el extremo sur. Especulamos que si caminamos ½ milla a través del valle, que esencialmente es un arroyo ancho, y subimos por un afloramiento rocoso de una ladera cubierta por cactus y trigo sarraceno, podríamos tener el ángulo correcto. John y yo nos pusimos en marcha, pero nos separamos rápidamente en una maleza de sauce asfixiante, por lo que hago el viaje solo.
Interludio: Un pensamiento o dos sobre el re-fotografiado.
Podría hacer una pausa aquí para interponer un par de pensamientos que tuve antes de hacer el re-fotografiado en este viaje: Primero, pensé que obtener estas recapturas sería difícil, si no es que imposible, dada la poca información que estas fotografías contienen. Así que cualquier cosa que implicara el proceso, implicaría esfuerzo y sufrimiento. Y segundo: Pensé que tenía que demostrar a mis compañeros no solo mi utilidad en este viaje (cuyo grado no fue inmediatamente obvio para mí), pero también mi entusiasmo y compromiso. Juntos, estos pensamientos-ambos errores que cometería repetidamente durante este viaje-me enviaron a caminar a través de un arroyo caliente y ahogado para subir por una ladera empinada y espinosa cubierta por cactus bajo el sol de mediodía de Baja California.
De vuelta en el Valle de San Telmo
A través del valle y sobre la ladera de chaparral, eventualmente logré la mejor aproximación de la escena en la foto, donde hago lo más que puedo para obtener la foto. (Estoy tomando las fotografías con una cámara digital Nikon Coolpix p900 con geoetiquetado GPS, así como con una 1974 Pentax KM 35 SLR manual, con rollo en blanco y negro y lente de 50 mm. Utilizo la Nikon principalmente para registrar los datos; la Pentax la estoy utilizando para obtener unas buenas fotografías del paisaje para hacer comparaciones lado a lado de entonces y ahora.) Cuando regreso, mis compatriotas me esperan pacientemente cerca de las camionetas bajo el intenso sol y preguntan si obtuve la foto. Mi respuesta-“bueno, si esa es la toma, entonces la tengo”- revela un tercer error en mi práctica de re-fotografiado: esto es, que “obtener la foto” sería una cosa de hacer conjeturas. Ahora sé que esto es un error porque una milla o dos adelante, encontramos el sitio real, y esta vez, la exactitud de la vista es inmediatamente evidente: no se requiere imaginación (o revolverse).
Toda la experiencia hace que tenga que revisar todas mis premisas. Está claro que Borell, el fotógrafo original, no hizo ningún esfuerzo adicional para tomar esta imagen. Esto tiene sentido, puesto que probablemente no estaba cargando su cámara en campo mientras también colocaba cientos de trampas para mamíferos. En cambio, probablemente tomó la foto directamente desde el campamento. También, no necesariamente estaba tratando de capturar la escena desde el ángulo más ventajoso. En cambio, estaba documentando el paisaje como parte del estudio, probablemente para documentar las asociaciones florísticas y ambientales. Así que cualquier valor artístico de la fotografía se limita o mitiga por el objetivo científico. Además, aprendo que el re-fotografiado consiste de un esfuerzo tanto psicológico como técnico: estaremos trabajando no sólo para obtener la fotografía correcta, sino para habitar el estado de ánimo del fotógrafo original. Esto implica poner a un lado los deseos propios, sus expectativas, y una tendencia neurótica, que en palabras de Devon, de “trabajar más duro, no más inteligente”.
Por lo menos estoy satisfecho de haber aprendido que en el futuro, obtener la foto correcta podría no ser tan difícil que como pensaba originalmente. Celebramos el primer re-fotografiado exitoso con una foto grupal.
1925 & 2017: Viendo a través del Valle de San Telmo
Junio 1, 3 pm, Valle de San Telmo
James observa a su Cuitlacoche Bajacaliforniano en un campo de cactus un poco más adelante en el valle, un “lifer” para él-un término que aprendí y que significa “un ave que forma parte de la lista de vida de alguien”, como una lista de deseos para los pajareros. El Cuitlacoche Bajacaliforniano es una de las dos aves endémicas de Baja (la otra siendo el Zafiro Bajacaliforniano). Es un ave grande, con manchas cafés (para nada es gris) con un pico curvado como un Cuitlacoche Californiano, y vive en su mayoría en comunidades de cactus (desierto o matorral xerófilo). Tiene el hábito de perchar en plantas altas como el Cactus viejito, en donde es fácil de ver. Observamos otras buenas aves de postes: el Verdugo Americano y al brillante Papamoscas Cardenalito.
Este paisaje desierto alberga algunas especies de cactus distintivos. Estas plantas se ven tan animalescas que no puedo evitar desarrollar un cariño especial por ellas. El cactus de Pitaya agria es una criatura grande, extendida y con muchos zarcillos cubierta con espinas de 2-3”. Sus brazos centrales pueden ser bastante gruesos, y aquellos que se enroscan hacia el suelo pueden echar raíces, formando una nueva Pitaya. De esta manera, el cactus “camina” por el desierto. Esta es una planta “casi” endémica en Baja, según la Guía de campo de plantas de Baja California.
El cactus Candelabra es otro personaje sobresaliente: una bestia enorme, vertical, con piel gruesa con docenas de “brazos” cortos y robustos que emergen de un solo tronco principal o complejo de tronco y se curvan hacia arriba. La Pitaya y el Candelabra hibridan con frecuencia y vemos muchos ejemplos de esto. Este cactus tiene muchos usos populares (ver Roberts 136).
El cactus terciopelo es un cactus más pequeño y delicado, con una multitud de brazos estrechos de alturas variadas, pero que pueden alcanzar hasta 5’ o 6’. Estos brazos parecen un “pelaje” dorado, que en realidad, son innumerables espinas delgadas que atrapan la luz del sol y aparentan brillar, oscureciendo los tallos de la planta. En comparación con los otros, es delicado pero igualmente formidable: a pesar de que sus espinas son tan delgadas como un cabello, son tan largas como 4”.
Los cactus más comunes como la Tuna (Nopal) y el cactus cola de castor, también son abundantes, así como la Choya diamante. Esta choya parece ser más carnosa que la Choya “saltarina”, tiene menos espinas y tiene grandes yemas o articulaciones carnosas en sus puntos terminales.
Junio 1, 5 pm, El Rancho Meling
Cuando llegamos al rancho Meling, conocemos a Christian Meling, el bisnieto de Salve Meling, quien administraba el rancho durante el tiempo en que Lamb, Borell, y Grinnell estuvieron en Baja, cuando el Rancho Meling se llamaba San José (tal como se encuentra en las notas de campo y en fotografías). El Rancho Meling era una estación de paso conveniente entre la costa y los prados de la montaña y por lo tanto era un destino regular y frecuente para Lamb y otros naturalistas que trabajaban en la región. Cuando Grinnell y Lamb se alojaron aquí en 1925, Grinnell le pagó a Ada Meling, la bisabuela de Christian, quien tenía 10 años de edad, unos cuantos pesos por cada una de las lagartijas que ella colectaba para el “volteando tablas y piedras alrededor del rancho temprano en la mañana mientras las lagartijas siguen aletargadas por el frío” (Grinnell, notas de campo, Octubre 17, 1925, p2592).
Christian y sus padres compraron el rancho hace 10 años a la familia. El Rancho ha permanecido en la familia desde 1912, y ha sido comprado y vendido continuamente por varios de sus miembros. Christian menciona a una tía que vive en Vista, California quien probablemente aún conserve los viejos libros de huéspedes de los días de Lamb.
Christian aún pastorea ganado vacuno en el rancho y hospeda a turistas y aventureros, incluyendo a Alan Harper de Terra Peninsular, quien ha estado trabajando en un proyecto de re-fotografiado de pequeños pueblos de la región, y a Javier Cota, un historiador de Baja. Christian solía dar excursiones hacia los prados de La Grulla, pero lo dejó durante la sequía cuando el agua se hizo escasa y el negocio se secó. (Sin embargo, el reporta que hay agua en La Grulla los doce meses del año.) Un arroyo corre a través del Rancho Meling, y hay un estanque como resultado de una berma de tierra que él construyó que atrapa el exceso de agua de riego y mantiene muchas aves acuáticas que probablemente no se encontraban aquí en la época de Lamb. Él espera eventualmente abastecer su estanque con truchas arcoíris para atraer a los pescadores gringos.
Christian escucha nuestro plan de visitar la vieja comunidad minera en Valladares y el cercano Rancho San Antonio en el valle del río Santo Domingo durante nuestro viaje e insiste en que necesitaremos un guía: los caminos son pobres, poco transitados, y no están bien marcados. Una 4×4 será necesaria.
Conocí a la hija de Christian Lisana y a su pequeño primo jugando cerca de un corral de cabras. Ambos están encantados de que les pueda tomar fotos e incluso posan un poco. Algunos perros del rancho deambulan, uno de ellos en particular parece ser dulce: uno moteado gris y negro con grandes ojos cafés al que le gusta jugar al “fútbol” con una pelota de fútbol desinflada que te traerá. Cojea.
El Rancho consiste del comedor principal, un salón principal con varias habitaciones y dos casas de huéspedes más grandes. La casa original del rancho ya no tiene otra función más que la de almacén. Cerca hay corrales de ovejas, gallinas y palomas. Una pequeña pista de aterrizaje se encuentra al este del rancho, más allá del arroyo. Los cerros son de cactus y chaparral. Más lejos están los bosques de juníperos. El pastoreo al este del Rancho ha convertido en pasto el ambiente nativo, aquí como en muchos lugares del Valle de San Telmo. El rancho se encuentra a 663 metros. La agricultura suele terminar a unos 2000 metros de altura en las montañas; según Christian, la línea de nieve puede descender hasta 3000 metros durante el invierno. Aquí había escarcha en el suelo durante las mañanas de octubre cuando Lamb y Grinnell visitaron.
Junio 1, 6 pm, El Rancho Meling
John y yo capturamos una oportunidad de re-fotografiado mucho más simple, #4806: una vista del Rancho original, desde la cima de una colina donde la nueva residencia Meling se encuentra ahora. Desde esta ventajosa posición, el rancho original ahora se encuentra oscurecido por un enorme árbol de nogal o nuez pecana que está en medio de la propiedad. Tenemos una confianza razonable en esta toma, pero más tarde, después de comparar los ángulos, nos damos cuenta que pudimos haberlo hecho mejor. Apenas se me ocurre que el lente de mi cámara no sea tan ancho como el de Borell.
Nos quedamos en la casa de huéspedes, Casa Andre, vecina del rancho original. En el salón principal de huéspedes hay una piscina y una sala de recreación con libros. John y yo examinamos brevemente la biblioteca en busca de títulos familiares de las notas de campo dejadas por Grinnell, que pasó algún tiempo leyendo en la biblioteca de Meling. Tenía la esperanza de encontrar una en los grizzlis de California, pero no tuve suerte.
Phainopepla–una impactante ave de desierto negra con ojos rojos y una alta cresta en la cabeza–es común en el rancho. Su nombre en griego significa “túnica brillante” y casi nunca bebe agua, en lugar de ello obtiene humedad a partir de las bayas de muérdago que come (www.allaboutbirds.org/guide/Phainopepla/lifehistory). También comunes son las Palomas Alas Blancas y los Carpinteros Mexicanos.
Cenamos en el comedor principal: rollo de pastel de carne relleno de vegetales, puré de papas y ensalada, con pay de manzana y una Tecate de postre. Christian come con nosotros y responde todas nuestras preguntas. En la cena, nos regala un ejemplar de Donde nunca murió el viejo oeste, un libro sobre la historia del Rancho Meling. Cuando objetamos por la excesiva cortesía, Christian nos presiona y dice: “¿Qué? ¿No aceptan regalos?” Aceptamos humildemente.
El resto de la noche la pasamos haciendo listas de aves, cargándolo en iNaturalist, y planeando. Mañana iremos a pajarear y “naturalizaremos” (fotografiaremos todo lo que veamos para cargarlo) alrededor del rancho y nos alistaremos para ir a La Grulla al día siguiente.
En cama y escribiendo mi diario a las 10 pm. Grinnell es famoso en parte por el “método Grinnell”, un método de rigor para la toma de notas de campo, uno de cuyos mandamientos es “no dormir antes del diario”. Después de dos días de esto, me doy cuenta de que me esperan algunas noches largas.